viernes, 17 de junio de 2016

EL ENEMIGO PUBLICO N° 1





EL ENEMIGO PÚBLICO N° 1

Pensad en las espantosas desgracias que suceden cada día a consecuencia de la bebida. En un tren, algún empleado pasa por alto una señal, o interpreta erróneamente una orden. El tren sigue adelante; ocurre un choque, y se pierden muchas vidas. O un vapor encalla, y tanto los pasajeros como los tripulantes hallan su tumba en el agua. Procédase a una investigación y se comprueba que alguien que desempeñaba un puesto importante estaba entonces bajo la influencia de la bebida. ¿Hasta qué punto puede uno entregarse al hábito de beber y llevar la responsabilidad de vidas humanas? Estas  pueden confiarse tan sólo a quien es verdaderamente abstemio.

Los que han heredado la sed de estimulantes antinaturales no deberían tener de ningún modo vino, cerveza o sidra a la vista o a su alcance, porque esto los expone continuamente a la tentación. Considerando inofensiva la sidra dulce, muchos no vacilan en comprar una buena provisión de ella. Pero la sidra permanece dulce muy poco tiempo; pronto empieza a fermentar. El gusto picante que entonces adquiere la hace tanto más aceptable a muchos paladares, y el que la bebe se resiste a creer que ha fermentado.

Aun el consumo de sidra dulce tal como se la produce comúnmente es peligroso para la salud. Si la gente pudiera ver lo que el microscopio revela en la sidra que se compra, muy pocos consentirían en beberla. Muchas veces los que elaboran sidra para la venta no son escrupulosos en la selección de las frutas que emplean, y exprimen el jugo de fruta agusanada y echada a perder. Los que ni siquiera pensarían en comer fruta dañina o podrida, no reparan en tomar sidra hecha con esta misma fruta y la consideran deliciosa; pero el microscopio revela que aun al salir del lagar, esta bebida al parecer tan agradable es absolutamente impropia para el consumo.

Se llega a la embriaguez tan ciertamente con el vino, la cerveza y la sidra, como con bebidas más fuertes. El uso de las bebidas que tienen menos alcohol despierta el deseo de consumir las más fuertes, y así se contrae el hábito de beber. La moderación en la bebida es la escuela en que se educan los hombres para la carrera de borrachos. Tan insidiosa es la obra de estos estimulantes más leves, que la víctima entra por el camino ancho que lleva a la costumbre de emborracharse antes de que se haya dado cuenta del peligro.

Algunos que nunca son tenidos por ebrios están siempre bajo la influencia de las bebidas embriagantes débiles. Se los nota febriles, de genio inestable y desequilibrado. Creyéndose en seguridad, siguen adelante, hasta derribar toda barrera y  sacrificar todo principio. Las resoluciones más firmes quedan socavadas; las más altas consideraciones no bastan para sujetar sus apetitos a la razón.

Cada año se consumen millones y millones de litros de bebidas embriagantes. Millones y millones de dinero se gastan en comprar miseria, pobreza, enfermedad, degradación, pasiones, crimen y muerte. Por amor al lucro el tabernero expende a sus víctimas lo que corrompe y destruye la mente y el cuerpo. Él es quien perpetúa en casa del beodo la pobreza y la desdicha.

Muerta su víctima, no concluyen por eso las exacciones del vendedor. Roba a la viuda, y reduce a los huérfanos a la mendicidad. No vacila en quitar a la familia desamparada las cosas más necesarias para la vida, para cobrar la cuenta de bebidas del marido y padre. El clamor de los niños que padecen, las lágrimas de la madre agonizante, le exasperan. ¿Qué le importa que estos pobres mueran de hambre, o que se hundan en la degradación y la ruina? Él se enriquece con los míseros recursos de aquellos a quienes arrastra a la perdición.

Las casas de prostitución, los antros del vicio, los tribunales donde juzgan a los criminales, las cárceles, los asilos, los manicomios, los hospitales, todos están repletos debido, en gran parte, al resultado de la obra del tabernero. A semejanza de la mística Babilonia del Apocalipsis, el tabernero trafica con esclavos y almas humanas. Tras él está el poderoso destructor de almas, que emplea todas las artes de la tierra y del infierno para subyugar a los seres humanos. Arma sus trampas en la ciudad y en el campo, en los trenes, en los transatlánticos, en los centros de negocio, en los lugares de diversión, en los dispensarios, y aun en la iglesia, en la  mesa de la comunión. Nada deja sin hacer para despertar y avivar el deseo de bebidas embriagantes. En casi cada esquina se ve la taberna con sus brillantes luces, su cordial y alegre acogida, que invitan al obrero, al rico, al ocioso, y al incauto joven.

En salones particulares y en puntos concurridos por la sociedad elegante, se sirve a las señoras bebidas de moda, con nombres agradables, pero que son realmente intoxicantes. Para los enfermos y los exhaustos, hay licores amargos, que reciben mucha publicidad y que consisten mayormente en alcohol.

Para despertar la sed de bebidas en los chiquillos, se introduce alcohol en los confites. Estos dulces se venden en las tiendas. Y mediante el regalo de estos bombones el tabernero halaga a los niños y los atrae a su negocio.

Día tras día, mes tras mes, año tras año, la perniciosa obra sigue adelante. Padres, maridos y hermanos, apoyo, esperanza y orgullo de la nación, entran constantemente en los antros del tabernero, para salir de ellos totalmente arruinados.

Pero lo más terrible es que el azote penetra hasta el corazón del hogar. Las mujeres mismas contraen más y más el hábito de la bebida. En muchas casas los niños, aún en su inocente y desamparada infancia, se encuentran en peligro diario por el descuido, el mal trato y la infamia de madres borrachas. Hijos e hijas se crían a la sombra de tan terrible mal. ¿Qué perspectiva les queda para el porvenir salvo hundirse aún más que sus padres?

De los países denominados cristianos el azote pasa a comarcas paganas. A los pobres e ignorantes salvajes se les enseña a consumir bebidas alcohólicas. Aun entre los paganos, hay hombres inteligentes que reconocen el peligro mortal de la bebida, y protestan contra él; pero en vano intentaron proteger a sus países del estrago del alcohol. Las naciones civilizadas imponen a las naciones paganas el tabaco, el alcohol y muchas drogas.



1.- De acuerdo a la lectura ¿Cómo se contrae el hábito de beber, bebidas embriagantes?



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2.- ¿Qué consecuencias “compra”, el consumo de bebidas alcohólicas?



a)         Para salud personal: ………………………………………………………………………………………………..



b)         Para la familia:………………………………………………………………………………………………….…..



c)         Para el trabajo:…………………………………………………………………………………………………..….



d)         Para la sociedad:…………………………………………………………………………………………………...



3.- ¿Cómo estar alejado de la influencia de las bebidas alcohólicas? .  Plantea 3 actitudes:



     a)…………………………………………………………………………………………………………………………


   b)…………………………………………………………………………………………………………………………



     c) …………………………………………………………………………………………………………...........